Un manifesto para el siglo XXI

El triunfo del capitalismo

La característica predominante de la segunda mitad del siglo XX fue la Guerra Fría. Caracterizada con frecuencia como una lucha entre el Mundo Democrático Libre y el Imperio Comunista del Mal, fue una batalla entre dos sistemas socio-económicos, uno basado en la propiedad privada y el otro en la estatal. La batalla finalizó en los años 90 con el colapso de la Unión Soviética. Durante las últimas dos décadas, el capitalismo ha ejercido un control poderoso sobre el mundo. Aún aquellos estados que continúan teniendo gobiernos comunistas han adoptado la vía capitalista, en mayor o menor grado. La economía de mercado prevalece e influye el desarrollo social y político en casi todo el mundo.

Según la proclamación de los defensores del capitalismo, la globalización y los mercados producirán el mejor de todos los mundos posibles. Sin embargo, en menos de veinte años después de que la caída del Muro de Berlín anunció el triunfo del capitalismo hemos padecido un debacle financiero casi catastrófico y una crisis económica continua, la peor en casi un siglo. Los problemas que se buscaba eliminar con la Revolución Rusa de 1917 – guerra, pobreza e injusticia social – son tan prevalecientes como antes.

La crisis del capitalismo

El triunfalismo de los años 90 de los heraldos de la libre empresa se ha terminado. El sistema que se predijo inauguraría un mundo feliz en donde el dinamismo del empresario privado, liberado de la interferencia estatal, aseguraría una prosperidad para todos, ha desarrollado problemas imprevistos por la mayoría de los líderes y economistas políticos por igual. El auge como una burbuja ha estallado y en todo el mundo la economía está en depresión.

Los gurús económicos se pelean entre sí sobre la mejor forma de revertirlo. Casi todos ponen su fe en el crecimiento, pero se proponen soluciones contradictorias sobre la forma de lograrlo. Más control del mercado y menos control; más inversiones públicas y reducción de la deuda pública; más inversiones privadas y menos gastos públicos; más impuestos y menos impuestos; todos ellos se sugieren como remedios para las economías enfermizas. Pocos o ninguno de ellos están dispuestos a sugerir que la crisis podría ser inherente al mismo capitalismo.

No hay duda de que los ricos se vuelven más ricos – incalculablemente más – pero los pobres se han vuelto más pobres. La riqueza que supuestamente se filtraría desde las arcas de los ricos ha permanecido firmemente bajo siete llaves y en casi todas las partes del mundo desarrollado los trabajadores se están volviendo más pobres. Éste no es un fenómeno temporal, sino que ha estado en evidencia desde los años 80.[1]

Los límites del crecimiento

Aún si se logra el crecimiento, como podría suceder, éste será sólo pasajero ya que existen dos dificultades temporales que no pueden superarse. La primera es que existen límites al crecimiento. Casi toda la opinión informada señala que el desarrollo económico está afectando adversamente el medio ambiente a un nivel nunca antes observado. En la actualidad, se reconoce que el calentamiento global es un hecho y el crecimiento, especialmente si está basado en la energía obtenida de los combustibles fósiles, acelerará más el cambio climatológico. Los recursos materiales de todos tipos son limitados y se volverán más escasos, aún si se aumentase el volumen de reciclamiento. Los mercados reaccionan a la escasez aumentando los precios y todavía más millones de gentes se encontrarán en la imposibilidad de costear las necesidades para vivir.

Competencia y tecnología

El segundo límite al crecimiento proviene de la competencia capitalista. Cada empresa capitalista busca mantener una ventaja competitiva sobre sus rivales reduciendo el volumen de mano de obra necesario para la producción; de manera que, aún cuando se logre el crecimiento, el número de empleos se reducirá. El efecto a largo plazo es una reducción permanente en el número de empleos. A principios del siglo XIX, en lo que hoy conocemos como las naciones avanzadas, un 80% de la población estaba involucrada en la agricultura. En la actualidad, esta cifra es de alrededor de un 2% a pesar de que se producen cantidades mucho mayores de alimentos. Hoy en día, los aumentos en la productividad debidos a la innovación técnica son una característica de todos los sectores de la actividad económica. Conforme la velocidad de innovación aumenta, el volumen de mano de obra en cada unidad de producción disminuye proporcionalmente. El resultado neto es que aun cuando se logre el crecimiento, el número de personas empleadas disminuirá. La idea, vigente en los años 60, de que la automatización causaría una reducción en las horas laborables y el aumento en el tiempo de ocio no ha ocurrido. Para muchas de las personas que están empleadas, el día laboral de ocho horas sigue siendo tan inalcanzable como lo era a principios del siglo XX. Es obvio que nunca será posible proporcionar empleo remunerado a toda la población mundial.

La tecnología ha transformado la producción y continuará haciéndolo a velocidad creciente. Es un proceso que no puede detenerse. No era posible pronosticar los cambios que han sucedido en los últimos cincuenta años que han tenido tan amplio alcance. Es igualmente cierto que si el capitalismo continúa como en la actualidad, existirán cada día menos empleos. Es posible que ya tengamos señales de lo que va a venir. Es muy probable que una alta proporción de jóvenes en el sur de Europa, desempleados en la actualidad, nunca consigan empleo. No hay duda que la aplicación de tecnología a la producción capitalista ocasionará descontento social.

Un espectro ronda el planeta …

El salario es el medio mediante el cual el capitalismo distribuye entre los trabajadores parte de la riqueza creada por la producción. Sin empleo no hay salario. Sin salario, la pobreza acecha. Al disminuir la proporción de la riqueza distribuida en salarios, la proporción retenida por los propietarios del capital aumenta. Así, el rico se vuelve más rico y el pobre más pobre. En la mayoría de los países avanzados, el desempleo y la pobreza van en aumento. El mercado – un eufemismo para los propietarios del capital – demanda que la crisis económica se resuelva a costo de los pobres cuyos niveles de vida son empujados hacia abajo. La consecuencia de hacer que unas cuantas personas sean desmesuradamente ricas es que millones de personas en el mundo se vuelven desesperadamente pobres.

… Es el espectro de la pobreza

Las economías capitalistas requieren que todo tenga precio, excepto la vida humana, la que no tiene valor. En el mundo desarrollado la situación ya es terrible. Según las Naciones Unidas, 868 millones de personas en el mundo padecen desnutrición.[2] El llanto de los marginados cae en saco roto ya que, aunque poseemos la pericia técnica y los recursos necesarios para ofrecerle una vida aceptable a todos seres humanos, el capitalismo requiere que todo se pague.

Como dice el refrán inglés Que Dios nos ayude si a los pobres les gusta esa vida. Pero los pobres ya han descubierto esa vida. Gracias a la televisión y el Internet, saben cómo vive el mundo desarrollado y quieren una rebanada del pastel. Millones de personas hambrientas y sin trabajo están en marcha en Europa, Asia, África y América, arriesgando la vida para atravesar las barreras legales y físicas construidas por las naciones avanzadas contra su llegada. La ONU calcula que existen 214 millones de inmigrantes en el mundo, un aumento del 37% en dos décadas.[3] En las naciones avanzadas, los inmigrantes, con pocas excepciones, se consideran un virus maligno que debe mantenerse alejado a toda costa. Se proponen pocas medidas para hacer que la vida en los países de los inmigrantes sea más aceptable; aún menos se ponen en marcha. La malnutrición, las enfermedades y la ignorancia proliferan en todas partes. Al no encontrar la forma de mejorar sus condiciones, muchos ponen las miras en el fanatismo religioso, la contienda comunal, la piratería y el terrorismo.

Los valores del capitalismo

Si las naciones capitalistas principales no pueden mantener a los pobres en su lugar usando poder de persuasión, entonces usarán autoritarismo. En la opinión de Tony Blair, ex-primer ministro británico, Las fronteras de nuestra seguridad ya no se acaban en el Canal de la Mancha. Lo que ocurre en el Medio Oriente nos afecta. Lo que sucede en Paquistán, o en Indonesia;… en Sudán o Somalia. Las nuevas fronteras de nuestra seguridad son mundiales. Nuestras Fuerzas Armadas serán desplegadas en las tierras de otras naciones lejos del hogar, sin una amenaza inmediata a nuestro territorio, en ambientes y formas con las que no están familiarizados. Generalmente pelearán al lado de otras naciones, aliados a ellas; notablemente, pero probablemente no de manera exclusiva con EE.UU... Para que podamos proteger nuestra seguridad, nuestros intereses y valores en el mundo moderno[4]

Para los Estados Unidos, la dominación mundial es parte de su política: Estamos creando una Fuerza Conjunta para el futuro... Tendremos una presencia mundial enfatizando las regiones del Asia Pacífico y el Medio Oriente, asegurando al mismo tiempo nuestra capacidad para mantener nuestros compromisos de defensa en Europa, y fortaleciendo alianzas y asociaciones en todas las regiones. Protegeremos nuestra capacidad de conducir las misiones que juzgamos más importantes para resguardaremos los intereses nacionales centrales ... impidiendo y derrotando la agresión por parte de adversarios, incluyendo los que buscan negar nuestra proyección de poder;” Esto fue apoyado por el presidente Obama, quien escribió: “Estoy determinado a que enfrentemos los retos de este momento responsablemente y que emerjamos aún más fuertes para proteger el liderazgo mundial norteamericano, manteniendo nuestra superioridad militar y cumpliendo la palabra a nuestras tropas, familias militares y veteranos.[5]

Aunque apoyando de boca afuera la democracia y los derechos humanos, los líderes del Mundo Libre – el mundo donde nada es libre o gratis – amenazan a todos los que desafían su dominación mundial. Para ello, se derrochan miles de millones de dólares anuales en la guerra, preparaciones para ella y apuntalando regímenes despóticos para que los partidarios del libre mercado puedan explotar los recursos y mano de obra mundiales. Sólo los intereses y valores de los ricos y poderosos son apoyados con estos gastos. Los gastos anuales mundiales en armas durante 2011 fueron de más de 1600 miles de millones de dólares[6]; una cantidad suficiente para transformar las vidas de los pobres del mundo. Más de la mitad de estos gastos (865.9 miles de millones de dólares) fueron hechos por EE.UU., Francia, Alemania y el Reino Unido. En comparación, la cantidad dada en 2010 como ayuda para el desarrollo en el extranjero por todas las naciones fue 128.7 miles de millones de dólares[7], aproximadamente un 8% de los gastos militares totales.

En una época cuando cerca de la mitad de las personas en el mundo en desarrollo están padeciendo una o más de las enfermedades principales asociadas con el agua sucia y el saneamiento inadecuado[8]; cuando 783 millones de personas, aproximadamente uno de cada ocho de la población mundial, no tienen acceso a agua potable[9], es obsceno que los líderes occidentales sugieran que el crecimiento económico debe ser estimulado mediante la exportación de coches de lujo, y que los billonarios deben tener la libertad de construir yates y piscinas/albercas para su uso personal, mientras que millones están obligados a vivir al lado de alcantarillas abiertas.

Terminando con el sistema de salarios

Nuevamente, las enfermedades debidas a la malnutrición están apareciendo en el mundo desarrollado. La falta de hogares a precios asequibles, servicios de bienestar y pensiones reducidas, vidas laborales más largas y reducción en los salarios son la orden del día. Para aquellos que buscan hacer que la pobreza sea historia, la lección es clara: la beneficencia, asistencia, buenas obras, comercio justo, reducción de la deuda soberana y las oraciones no son suficientes. Esas medidas pueden tratar algunas, pero sólo algunas, de las llagas supurantes del capitalismo. Nunca podrán curar la enfermedad. La pobreza endémica y un mundo crecientemente dividido en ricos y pobres es el futuro, a menos que encontremos una nueva forma de distribuir las riquezas más equitativamente.

Esto implica cambios en el sistema actual donde la riqueza es distribuida a través de salarios, mientras que los desempleados reciben poco o nada, a menos que sean empleadores o accionistas, en cuyo caso cada vez más recibirán la mayor parte. La responsabilidad de los directores de toda empresa capitalista es antes que nada hacia sus accionistas; el resto del mundo es de importancia menor, si es que tiene alguna.

Los salarios son la manifestación de la relación entre un empleador y un empleado. La terminación del sistema salarial significa la terminación de la propiedad privada de la industria, finanzas y comunicaciones en las que se basa esa relación. Es necesario reemplazarla con la propiedad social, lo opuesto de lo que ahora está siendo impuesto sobre casi todas las naciones, donde los bienes públicos están o han sido vendidos al sector privado. La propiedad privada se promueve como buena y la propiedad pública como mala, aún cuando el “libre” mercado nos está llevando al desastre.

Nuevamente es evidente que aún entre crisis importantes, “el mercado” no tiene respuestas a los problemas principales con los que se enfrenta el siglo XXI: el crecimiento ilimitado y de alta tecnología en busca de ganancias no sostenibles produce riquezas globales, pero a costa de un factor crecientemente dispensable de producción, trabajo humano y, podríamos añadir, de los recursos naturales del planeta. El liberalismo económico y político… no puede proporcionar las soluciones a los problemas del siglo XXI, Nuevamente ha llegado el momento de tomar a Marx en serio.[10]

En lugar del lema conservador un salario diario justo por una labor diaria justa, ellos (la clase trabajadora) deberá inscribir en su pancarta el lema revolucionario ¡Abolición del sistema salarial! (Salario, Precio y Ganancia Karl Marx 1865).

Un programa para un mundo mejor

Lo que se necesita es un programa de demandas alrededor de las cuales los que buscan un mundo mejor puedan hacer campaña, cuyos fundamentos deberán ser la propiedad social de capital y la distribución de la riqueza según las necesidades y no mediante salarios. Con el fin de ofrecer niveles de vida razonables en el mundo en desarrollo y permanecer dentro de los parámetros de crecimiento sostenible podría ser necesario reducir los niveles de vida en las naciones avanzadas. Sin embargo, la transferencia de producción de armamentos a productos socialmente útiles podría ayudar a mantener esta reducción a un mínimo.

La carga del establecimiento de este programa y la puesta en marcha del mismo queda en manos de las próximas generaciones. Se observan indicaciones positivas de que esto sucederá. Los jóvenes de hoy han demostrado en sus protestas anti-capitalistas, el deseo de participar en la vida política, aunque no a través de los canales convencionales. Reconocen que la democracia promovida por las elites occidentales es poco más que un manto para encubrir los niveles de poder en las manos de aquellos que poseen y controlan las riquezas acumuladas de naciones, Ven como las políticas de los gobiernos nacionales son dictadas por la mano oculta de las fuerzas del mercado que operan a través de burócratas no elegidos en el FMI, el Banco Mundial y los cuerpos estatales, todos ellos determinados a mantener el status quo con poco respeto de las necesidades de los trabajadores y casi sin importarles aquellos que están tan oprimidos y tan desmoralizados como para protestar.

Hemos visto el futuro y funciona, escribieron Sidney y Beatrice Webb después de visitar la Unión Soviética en los años 30. Podría ser que los Webb vislumbrasen los fundamentos del mejor de los mundos futuros posibles para el siglo XXI. Por primera vez en la historia se trató de poner la riqueza de una nación en las manos de una nación completa. Fue un proyecto defectuoso que prestó poca o ninguna atención a la libertad individual y aniquiló la creatividad de sus ciudadanos. No se mereció sobrevivir, pero demostró que una economía avanzada puede funcionar sin propiedad privada.

El capitalismo es el sistema social más dinámico y productivo concebido hasta la fecha. Ha desarrollado la ciencia, medicina y tecnología hasta el punto en donde es posible darle a todos cn un ingreso y seguridad adecuados en un entorno sostenible. Sin embargo, es inherentemente incapaz de alcanzar ese objetivo. Sólo cambiando el sistema social podrá resolverse esta contradicción y exorcizar del planeta el espectro de la pobreza.

La forma de cambiar de la propiedad privada a la social no está clara, pero requerirá los esfuerzos combinados de toda la gente de buena voluntad que desean ver un mundo libre de enfermedades, hambre, pobreza e ignorancia. Estas gentes constituyen la mayoría de la población mundial y el Internet ofrece los medios para coordinar sus acciones. Al igual que la gente ha determinado su historia, pueden, mediante la acción colectiva, determinar su futuro. Esta es la elección y reto con la cual se enfrentan las generaciones del siglo XXI.

RDL, Enero de 2013


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1.
The Price of Inequality. Joseph E.Stiglitz, 2012
2.
U.N.Food and Agricultural Organisation,Hunger Report, October 2012
3.
International Organisation for Migration. World Migration Report 2010, page 11
4.
Tony Blair. Address to the Royal United Services Institute, 12 January 2007
5.
US Department of Defense, Sustaining U.S. Global Leadership. Priorities for 21st. Century Defense. 5 January 2012
6.
Stockholm International Peace Research Institute. Military Expenditure Data Base, 2012
7.
OECD Development Aid Statistics, 2010
8.
UNDP Human development Report, 2006
9.
Report, Progress on Drinking Water and Sanitation 2012, by the WHO/UNICEF
10.
How to Change the World. page 418. Eric Hobsbawn. Published by Little, Brown. 2011